Hoy, casi a dos meses del comienzo de esta hermosa relación, lo vi. Otra vez, como muchas, a escondidas de todos. Llevaba dos a tres días sin verlo y me parecía que habían pasado años. Entre sus brazos, vivir vale la pena y ser feliz es mucho más fácil.
Vagaba por mi mente una sucesion de raras ideas al rededor de lo que él amaba hacer, música. ¿Qué pasaría si se volvía famoso? La cantidad de viajes que él debería de hacer, las horas que debería de pasar él ensayando, y, si tal vez, dejara de tener tiempo para mí, para nuestros hermosos y secretos encuentros, para la relación tan especial que llevábamos.
Fue entonces, que reflexionando lo sucedido en el último tiempo, entendí que si eso sucediera, las cosas no cambiarían. Había pasado las primeras semanas, casi mes entero de la relación, conviviendo con sus locos horarios de ensayo y aún así, habíamos sabido hacernos nuestro espacio. Ahí entendí, que por lo que ambos sentíamos, por lo que ambos queríamos, la relación no iba a cambiar.
Pensaba que él se reiría si supiese las cosas que cruzaban por mi mente, pero yo sabía, y sé, que por el talento y dedicación que él tiene, puede llegar.
Volviendo al día de hoy, pasé a la tarde temprano por su casa, a verlo, a pasar un rato juntos, antes de ir a realizar una de las actividades en común que teníamos. Verlo, fue siempre mi escapatoria a todo lo malo que sucedía a mi alrededor, a todo lo que me ponía nerviosa o me estresaba. Verlo, era sentir la calma de su voz, de su presencia, cerca mio, envolviéndome para sentirlo parte de mí.
Y hoy, verlo, significó volver a la paz de ver esos ojos, esa sonrisa, que me hace sentir diferente y única. Hoy fue uno de esos días, que me dejan con una sonrisa en la cara y una plenitud incomparable, que me dan fuerzas ante todo lo que pueda llegar a salir mal, que me dan fuerzas para luchar. Él es mi fuerza para continuar, para sentir que tiene sentido perseguir un sueño y alcanzarlo. Él, tan como yo en muchas cosas, es quien quiero para compañero de vida, para hoy, mañana y siempre.